jueves, 2 de marzo de 2017

Conversión: amor, temor, tristeza y gozo.

Perdona, te pido, Jesús,
a tus monjes, en tu clemencia.

Examina atentamente qué amas, qué temes y con qué gozas o te entristeces. Piensa si bajo el hábito monástico tienes un espíritu mundano, o tu sayal de converso encubre un corazón pervertido. El corazón se manifiesta en estos cuatro afectos, y creo que de ellos se trata cuando se nos manda convertirnos al Señor con todo el corazón.

Conviértase, pues, tu amor y nada ames fuera de Dios o por Dios.

Conviértase también a él tu temor, porque está pervertido si temes algo que no sea él o por él.

Y conviértase a él también tu gozo y tu tristeza. Así será si sufres y gozas según Dios. No hay mayor perversidad que alegrarse al obrar el mal y disfrutar con la perversidad.

La tristeza que es puramente mundana produce la muerte. Pero, si te entristeces por el pecado, tuyo o del prójimo, haces bien. Esta tristeza te salva.

Si gozas con los dones de la gracia, este gozo es santo y un auténtico gozo del Espíritu Santo. Debes alegrarte en el amor de Cristo con los éxitos de tus hermanos, compadecerte de sus desgracias, como dice la Escritura: Con los que están alegres, alegraos; con los que lloran, llorad.

San Bernardo de Claraval
Sermón 2 en la Cuaresma, 3

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