miércoles, 15 de abril de 2015

Speculum Caritatis. Cuanto mayor sea el amor del sumo Bien, tanto más lo serán el deleite y la felicidad

10.- Aunque en las tres cosas ya indicadas, o con ellas tres, se consiga la bienaventuranza, en la tercera, sin embargo, se encuentra el gusto de la misma bienaventuranza. Ciertamente es bajísimo deleitarse en cosas abyectas, en las que, con todo, no existe delectación alguna ni felicidad. Por consiguiente, donde el amor es nulo, también es nula la delectación; y así, cuanto mayor sea el amor del sumo Bien, tanto más lo serán el deleite y la felicidad. Aun cuando la memoria recuerde muchas cosas y aunque la ciencia capte lo más profundo, no habrá ningún deleite mientras la conversión de la voluntad no se haga a lo recordado por la memoria o a lo conocido por la ciencia.

11.- Nuestro primer padre fue dotado de libre albedrío y podía, en verdad, ayudado por la gracia, amar al mismo Dios, deleitarse en su memoria y ser perpetuamente feliz. Pudo desviarse de su mismo amor, llevándolo a algo menos perfecto, y así, separándose de su verdadero amor, entibiarse y caer en la miseria. Porque, como ninguna criatura racional puede ser bienaventurada sino adhiriéndose a Dios, así, en la misma medida que se separa de Dios le sobreviene la miseria. Adán fue colocado en situación de honor y no lo entendió. ¿Qué? Tal vez no comprendió aquello de uno que entrando en el santuario se dio cuenta no sólo de las cosas primeras, sino también de las postreras, porque he aquí -dijo- que los que se apartan de ti perecerán. Tú destruyes a los que te son infieles. No comprendió que los que apartan su corazón de Dios por la soberbia, caen en la necedad; y el que usurpa con engaño la "semejanza" de Dios, con razón viene a parar en la "desemejanza", propia de los brutos.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

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