viernes, 3 de abril de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo

Juan de Flandes - Crucifixión

79.- Salve, Cruz gloriosa. Monje, saluda con todo afecto a la Cruz. No la tengas miedo; su atroz sufrimiento fue temporal, pero la gloria que el Dios Padre Todopoderoso concedió al Crucificado, resucitándole de entre los muertos, permanece más allá del tiempo. Consagraste tu vida a buscar la sabiduría; pues bien, monje, si te apartas de la Cruz, por más que parezca necedad a los ojos del mundo, jamás la encontrarás. Contempla al que traspasaron: de su costado manan los ríos de agua viva que alegran la ciudad de Dios. Salve, cruz gloriosa, árbol de la salvación en el que, muriendo el autor de la Vida, destruyó nuestra muerte.

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