sábado, 28 de febrero de 2015

Speculum Caritatis. Te buscaré, Señor, amándote.

3.- Mientras tanto, Señor, te buscaré, y te buscaré amándote, porque el que avanza amándote, ciertamente te busca, y el que te ama perfectamente, ese es, Señor, el que te encuentra.

Verdaderamente, no hay cosa más justa que el amor que te profesa tu criatura, a la que has dado ese mismo poder de amarte.

Los seres irracionales y carentes de vida no pueden amarte, no tienen capacidad para ello. Tienen, sí, su propia misión, su propia forma, su puesto propio; pero por él no son ni pueden ser felices con la felicidad que da tu amor, sino que su belleza y bondad fueron sabiamente ordenadas por ti para contribuir a la gloria de aquellas que pueden ser felices porque pueden amarte.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

viernes, 27 de febrero de 2015

San Gregorio de Narek


En el monasterio de Nerek, en Armenia, san Gregorio, monje, doctor de los armenios, ilustre por su doctrina, sus escritos y su sabiduría mística (1005).

Este aviso del Martirologio Romano para el día de hoy hay que ponerlo en relación con la noticia que acaba de llegar de Roma, referente a la decisión de inscribirlo en el catálogo de los Doctores de la Iglesia. El sábado 21 de febrero el Papa Francisco recibió en audiencia privada al Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el Cardenal Angelo Amato, S.D.B. Durante el encuentro el Santo Padre confirmó la sentencia afirmativa de la Sesión Plenaria de los Cardenales y Obispos, miembros de este Dicasterio sobre el “título de Doctor de la Iglesia Universal” que será conferido próximamente a San Gregorio de Narek.

Se le supone nacido en Armenia hacia el 944, y murió en Narek, sobre el lago Van (Turquía), en 1010. Fue hijo del obispo de Ansevatsik, que se llamaba Cosroes. Desde muy pequeño lo tomó bajo su protección su tío materno, Ananías el Filósofo, que era abad del monasterio de Narek. Allí fue instruido de modo especial en el conocimiento de las Santas Escrituras, se distinguió por su rigor ascético, y por su espíritu de oración. Gregorio pasó toda su vida tras los muros del monasterio.

Después de ser ordenado sacerdote, lo hicieron formador de los novicios que deseaban entrar en la vida monástica. Su fama de santidad y sabiduría trascendió las paredes de Narek, pasó a los monasterios vecinos y se convirtió sin pretenderlo en reformador de monjes.

Por la envidia de su sabiduría, y debido también a la estricta observancia de las normas de vida conventual, se ganó la enemistad de algunos que abrieron contra él una auténtica persecución; le llegaron a acusar injustamente de herejía, y aquella campaña terminó con la deposición de sus cargos.

Es uno de los grandes poetas de la literatura universal. Su obra poético-literaria se encuentra dispersa en el extensísimo Libro de oraciones; sus más de veinte mil versos los compuso en poco más de tres años.

Cuenta el sinaxario armenio que los obispos desearon conocer la clase de herejía que profesaba Gregorio de Narek; comisionaron a dos monjes sabios de su total confianza para que se entrevistaran con él y descubrieran sus errores. Aquellos buenos delegados temían una entrevista formal con quien tenía fama de recto y sabio; prefirieron hacer otras cuentas y someterlo a una especie de juicio de Dios. Idearon hacerle un exquisito paté de pichón y dárselo a comer en cuaresma; el asunto consistía en que, si Gregorio se comía el paté, sería hereje; si lo rechazaba, demostraría su fidelidad a la doctrina.

Se refiere que, nada más verlos entrar en su celda, Gregorio dejó su oración, se puso en pié, abrió la ventana y dio unas palmadas en el aire, mientras gritaba a los pájaros: "Venid, pajaritos, a jugar con el pescado que se come hoy". Entendieron aquellos monjes que el modo de resolverse la trampa era testimonio más que evidente de su santidad, y tomaron buena cuenta de su inocencia, porque un hereje nunca hubiera podido realizar tal gesto.

jueves, 26 de febrero de 2015

El ecumenismo de la sangre cristiana derramada. Beato Aurelio Boix.


El Beato Aurelio Boix nació en Pueyo de Marguillén (provincia de Huesca y diócesis de Barbastro), el 2 de septiembre de 1914. Recibió en El Pueyo el hábito monástico el 12 de octubre de 1929, emitiendo los votos temporales, un año después, el 15 de octubre de 1930. De esta última celebración, recuerda el P. Ríos: “… que un buen grupo de seminaristas subieron al Monasterio para asistir y servir en la Misa, de los cuales no pocos murieron ejecutados”.

Y el 11 de julio de 1936, pocos días antes de estallar la contienda española, se hacía presente en El Pueyo, el Obispo de Barbastro, beato Florentino Asensio, acompañado de algunos sacerdotes, para asistir a la profesión solemne de D. Aurelio.

Es difícil condensar la figura de este joven monje. Ya de niño es descrito como “de gran vivacidad, alegre y muy estudioso. Muy pronto se complace en la traducción de los clásicos, pues además tenía una especial capacidad para retenerlos en la memoria.”


Pero nos llama más la atención cómo durante su Noviciado, muy joven aún, realiza interesantísimos apuntes de ascética y mística. Pacífico y jovial, comenzó su trabajo intelectual con verdadera vocación. Por ello, fue enviado a Roma a cursar los estudios de Filosofía en el Pontificio Ateneo benedictino de San Anselmo. Nos quedan de él muchos escritos, así como una abundante correspondencia. Tradujo del latín la obra de Dom Mauro Wolter, “La Vida Monástica”, editada posteriormente.

Es el único monje del que nos han quedado escritos realizados en la prisión, de gran valor, porque testifican su ideal martirial, su amor a Cristo, hecho vida entre los monjes. Hasta nosotros, han llegado varias cartas, fechadas el 9 de agosto de 1936, dirigidas a sus familiares, a sus profesores en Roma y a algunos monjes amigos, condiscípulos suyos en San Anselmo. De todas ellas transcribiremos únicamente, la que dirigió a sus padres y a su hermano Joaquín. A través de la misma podremos apreciar la reciedumbre y madurez cristianas de nuestro joven benedictino.


Aurelio, con los 21 años por cumplir, fue conducido a la muerte, atado, como todos, las manos a la espalda y codo con codo con el P. Raimundo Lladós, su confesor. ¡Podemos imaginarnos a ambos comunicándose el fervor y ofreciendo sus hermosas vidas a Cristo! De él conservamos varias cartas de despedida. Ésta es la que dirigió a sus padres y hermanos:


A mis queridos padres y hermano desde el convento de Padres Escolapios de Barbastro, a 9 de agosto de 1936. 

Padre, madre y hermano de mi corazón: si esta carta llega a sus manos, el portador de la misma les enterará de todo el proceso; yo me limito a unas líneas. Hace 18 días que estamos casi todos los del Pueyo detenidos en esta prisión. A pesar de las garantías que se nos dan, como medida de prevención, quiero dedicar unas palabras a los seres que me son más caros.

En noches anteriores se han fusilado unas 60 personas; entre ellas, muchos curas, algunos religiosos, tres canónigos y esta noche pasada al Sr. Obispo.

Conservo hasta el presente toda la serenidad de mi carácter, más aún, miro con simpatía el trance que se me acerca: considero una gracia especialísima dar mi vida en holocausto por una causa tan sagrada, por el único delito de ser religioso. Si Dios tiene a bien considerarme digno de tan gran merced, alégrense también ustedes, mis amadísimos padres y hermano, que a Vds. les cabe la gloria de tener un hijo y hermano mártir de su fe.

La única pena que tengo, humanamente hablando, es de no poder darles mi último beso. No les olvido y me atormenta el pensar las inquietudes que Vds. sufren por mí.
Ánimo, mis amadísimos padres y hermano, al lado de su aflicción surgirá siempre la gloria de las causas que motivaron mi muerte. Rueguen por mí, voy a mejor vida.

Padre mío amado: la entereza de su carácter me da la completa seguridad que su espíritu de fe le hará comprender la gracia que el Señor le otorga. Esto me anima muchísimo: le doy el beso más fuerte que le he dado en mi vida. Adiós, padre, hasta el cielo. Amén. 

Madre idolatrada: yo me alegro sólo al pensar la dignidad a que Dios quiere elevarla, haciéndola madre de un mártir. Ésta es la mejor garantía de que los dos hemos de ser eternamente felices. Al recuerdo de mi muerte acompañará siempre esta gran idea: “Un hijo muerto, pero mártir de la religión”. Que Dios no pueda imputarme más crimen que el que los hombres me imputan: ser discípulo de Cristo. Madre mía muy querida, adiós, adiós… hasta la eternidad. ¡Qué feliz soy!

Hermano mío muy caro: En poco tiempo, ¡qué dos gracias tan señaladas me concede mi buen Dios! ¡La profesión, holocausto absoluto…; el martirio, unión decisiva a mi Amor! ¿No soy un ser privilegiado? Esto es lo más íntimo que tengo que comunicarte. Las cartas adjuntas, al extranjero, envíalas con una relación extensa de mi prisión, etc., ya te pongo bien clara la dirección; certifícalas. El último beso, mi hermano, el más efusivo.

Mi despedida postrera a la familia son unas palabras de felicitación, tanto para mí como para Vds. Que Dios proteja siempre la familia que ahora agracia con un favor tan señalado.

Su hijo que les ama con un amor eterno. 
Aurelio Ángel.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo


69.- Confía en el Señor. Monje, que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, confía siempre en el Señor. Tal vez no comprendas el cansancio que te asalta, las incertidumbres que te inquietan, las tentaciones que te derriban, tus propias traiciones y pecados; incluso puede que te hayas cansado de cobijarte a la sombra de la Cruz: no importa, confía en el Señor, no desesperes, no abandones tu combate, no busques otro refugio. Sólo desde la Cruz puede vislumbrarse el gozo de la Resurrección, sólo el confiado amor de Jesucristo en el poder de Dios Padre omnipotente logró rehacer lo que la debilidad del pecado humano y la maldad del dragón habían corrompido.

martes, 24 de febrero de 2015

Speculum Caritatis. El paladar del corazón te saborea porque eres dulce

2.- Suene, pues, oh Jesús, tu voz en mis oídos, para que mi corazón aprenda a amarte, para que te ame mi mente, para que te amen las mismas entrañas de mi alma. Adhiérase a ti en apretado abrazo lo más íntimo de mi corazón; a ti, mi único y sólo verdadero bien, mi dulce y deleitable alegría. Pero, ¿qué es el amor, Dios mío? Si no me engaño es una admirable delectación del alma, tanto más dulce cuanto es más puro, tanto más suave cuanto más sincero, tanto más alegre o gozoso cuanto más extenso y duradero. El paladar del corazón te saborea porque eres dulce; su ojo te contempla porque eres bueno; el corazón puede contenerte a pesar de que eres inmenso. Quien te ama te goza, y tanto más te goza cuanto más te ama, porque tú mismo eres amor, caridad.

Esta es aquella abundancia de tu casa en la que se embriagan de amor tus predilectos, perdiéndose a sí mismos para encontrarse en ti. Y, ¿cómo, Señor, sino amándote a ti totalmente? Te suplico, Señor, que descienda a mi alma una partecita siquiera de esa tu gran suavidad, para que con ella se torne dulce el pan de su desolada amargura. Guste de antemano algún pequeño sorbo de aquello que anhela, de aquello que ansía, de aquello por lo que suspira en esta su peregrinación. Pruébelo para que le dé hambre; bébalo para que de ello sienta sed, pues los que te coman tendrán todavía hambre y los que te beban aún tendrán sed. Se saciarán, sí, cuando aparezca tu gloria: cuando se manifiesta la gran abundancia de tu dulzura, que tienes escondida para los que te temen y no revelas sino a los que te aman.

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

lunes, 23 de febrero de 2015

Siloé - Los pasos del silencio 12

Este reportaje, ta vez, es un poco largo: dura algo más de una hora. Pero merece la pena verlo, por su profundidad, su interés y su belleza. Pertenece a la serie italiana Los pasos del silencio, dedicado a presentar diversas comunidades religiosas.

domingo, 22 de febrero de 2015

San Agustín. En Cristo fuimos tentados, en él vencimos al diablo

Fraga - Capitel de las Tentaciones de Cristo

Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica. ¿Quién es el que habla? Parece que sea uno solo. Pero veamos si es uno solo: Te invoco desde los confines de la tierra con el corazón abatido. Por lo tanto, si invoca desde los confines de la tierra, no es uno solo; y, sin embargo, es uno solo, porque Cristo es uno solo, y todos nosotros somos sus miembros. ¿Y quién es ese único hombre que clama desde los confines de la tierra? Los que invocan desde los confines de la tierra son los llamados a aquella herencia, a propósito de la cual se dijo al mismo Hijo: Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra. De manera que quien clama desde los confines de la tierra es el cuerpo de Cristo, la heredad de Cristo, la única Iglesia de Cristo, esta unidad que formamos todos nosotros.

Y ¿qué es lo que pide? Lo que he dicho antes: Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica; te invoco desde los confines de la tierra. O sea: «Esto que pido, lo pido desde los confines de la tierra», es decir, desde todas partes.

Pero, ¿por qué ha invocado así? Porque tenía el corazón abatido. Con ello da a entender que el Señor se halla presente en todos los pueblos y en los hombres del orbe entero no con gran gloria, sino con graves tentaciones.

Pues nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y de tentaciones.

Este que invoca desde los confines de la tierra está angustiado, pero no se encuentra abandonado. Porque a nosotros mismos, esto es, a su cuerpo, quiso prefigurarnos también en aquel cuerpo suyo en el que ya murió, resucitó y ascendió al cielo, a fin de que sus miembros no desesperen de llegar adonde su cabeza los precedió.

De forma que nos incluyó en sí mismo cuando quiso verse tentado por Satanás. Nos acaban de leer que Jesucristo, nuestro Señor, se dejó tentar por el diablo. ¡Nada menos que Cristo tentado por el diablo! Pero en Cristo estabas siendo tentado tú, porque Cristo tenía de ti la carne, y de él procedía para ti la salvación; de ti procedía la muerte para él, y de él para ti la vida; de ti para él los ultrajes, y de él para ti los honores; en definitiva, de ti para él la tentación, y de él para ti la victoria.

Si hemos sido tentados en él, también en él vencemos al diablo. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también vencedor en él. Podía haber evitado al diablo; pero, si no hubiese sido tentado, no te habría aleccionado para la victoria cuando tú fueras tentado.

San Agustín de Hipona
Comentario sobre el salmo 60 (2-3: CCL 39, 766)

sábado, 21 de febrero de 2015

Benedicto XVI. San Pedro Damián


Hoy quisiera detenerme en una de las personalidades más significativas del siglo XI, san Pedro Damián, monje, amante de la soledad y al mismo tiempo, intrépido hombre de Iglesia, comprometido en primera persona con la obra de reforma puesta en marcha por los papas de aquel tiempo. Nació en Rávena en el año 1007 de familia noble, pero caída en desgracia. Al quedarse huérfano de ambos padres, vivió una infancia de dificultades y sufrimientos, a pesar de que la hermana Rosalinda se empeñó en hacerle de madre y el hermano mayor Damián lo adoptó como hijo. Precisamente por esto se llamará después Pedro Damián. La formación se le impartió primero en Faenza y después en Parma, donde ya a la edad de 25 años lo encontramos trabajando en la enseñanza. Junto a una buena competencia en el campo del derecho, adquirió una pericia refinada en el arte de la redacción -el ars escribendi- y, gracias a su conocimiento de los grandes clásicos latinos, se convirtió en "uno de los mejores latinistas de su tiempo, uno de los más grandes escritores del medioevo latino".

Se distinguió en los géneros literarios más diversos: de las cartas a los sermones, de las hagiografías a las oraciones, de los poemas a los epigramas. Su sensibilidad por la belleza le llevaba a la contemplación poética del mundo. Pedro Damián concebía el universo como una inagotable "parábola" y una extensión de símbolos, a partir de los cuales es posible interpretar la vida interior y la realidad divina y sobrenatural. Desde esta perspectiva, en torno al año 1034, la contemplación de lo absoluto de Dios le empujó a alejarse progresivamente del mundo y de sus realidades efímeras, para retirarse al monasterio de Fuente Avellana, fundado sólo algunas décadas antes, pero ya famoso por su austeridad. Para edificación de los monjes, escribió la Vida del fundador, san Romualdo de Rávena, y se empeñó al mismo tiempo en profundizar en su espiritualidad, exponiendo su ideal del monaquismo eremítico.

Debe subrayarse ya una particularidad: el eremitorio de Fuente Avellana estaba dedicado a la Santa Cruz, y la Cruz será el misterio cristiano que más fascinó a Pedro Damián. "No ama a Cristo quien no ama la cruz de Cristo", afirma y se llama a sí mismo: "Pedro servidor de los servidores de la cruz de Cristo". A la Cruz Pedro Damián dirige oraciones bellísimas, en las que revela una visión de este misterio que tiene dimensiones cósmicas, porque abraza toda la historia de la salvación: "O bendita Cruz, te veneran, te predican y te honran la fe de los patriarcas, los vaticinios de los profetas, el senado juzgador de los apóstoles, el ejército victorioso de los mártires y las multitudes de todos los santos".

Queridos hermanos y hermanas, que el ejemplo de Pedro Damián nos lleve también a mirar siempre a la Cruz como al supremo acto de amor de Dios hacia el hombre, que nos ha dado a salvación. Para el desarrollo de la vida eremítica, este gran monje escribió una Regla en la que subraya fuertemente el "rigor del eremitorio": en el silencio del claustro, el monje está llamado a transcurrir una vida de oración, diurna y nocturna, con ayunos prolongados y austeros; debe ejercitarse en una generosa caridad fraterna y en una obediencia al prior siempre dispuesta y disponible. En el estudio y en la meditación cotidiana de la Sagrada Escritura, Pedro Damián descubre los significados místicos de la palabra de Dios, encontrando en ella alimento para su vida espiritual. En este sentido, llamada a la celda del eremitorio "salón donde Dios conversa con los hombres". La vida eremítica es para él la cumbre de la vida cristiana, está "en el vértice de los estados de vida", porque el monje, ya libre de las ataduras del mundo y del propio yo, recibe "las arras del Espíritu Santo y su alma se une feliz al Esposo celestial". Esto es importante también hoy para nosotros, aunque no seamos monjes: saber hacer silencio en nosotros para escuchar la voz de Dios, buscar, por así decir, un "salón" donde Dios hable con nosotros: Aprender la Palabra de Dios en la oración y en la meditación es el camino de la vida.

Benedicto XVI
Audiencia General del 9 de septiembre de 2009 

viernes, 20 de febrero de 2015

El ecumenismo de la sangre cristiana derramada: Obispo mártir Metodio Krasnoperov


Un signo cristiano que nos une plenamente como hermanos en Cristo es el testimonio supremo del martirio: entregar la propia vida por confesar a Cristo, por confesar el amor que Dios nos ha tenido viniendo él en la persona del Hijo a salvarnos. Esto es lo que, con admiración y veneración leía ayer en la Web del Patriarcado de Moscú acerca del Obispo mártir Metodio Krasnoperov

Nacido en una familia humilde pero muy piadosa en 1868, se ordenó sacerdote a los 23 años de edad, en 1891. Al morir su esposa (los sacerdotes rusos pueden casarse antes de su consagración), decidió entregarse por completo a Dios a través de la vida monástica. Amplió sus estudios teológicos en la Academia de Teología de Kazán, fue consagrado como hieromonje (es decir, monje sacerdote), y promovido en 1913 a Obispo de Akmola, en la región siberiana de Omsk. En 1914 fue nombrado Obispo de Petropaulovsk, también en la región central de Siberia.

Fue un Obispo que predicó con insistencia la fidelidad a la tradición cristiana, frente a la asechanzas del mundo y las nuevas ideologías, con influencia dentro incluso de la Iglesia. Pero esta postura no le apartó de los más necesitados. Así, siguiendo el ejemplo del célebre obispo Juan de Kronsdat, visitó los lugares más pobres para intentar consolar con la Palabra de Dios y aportar toda la ayuda material que le era posible.

La Revolución y Guerra Civil le sorprendió en su propia diócesis. Finalmente, un día 4 de febrero de 1921, mientras estaba celebrando la Sagrada Liturgia en su Catedral, escuchó un tiroteo en el exterior. Dejó el altar y salió revestido de los sagrados ornamentos para intentar poner paz y detener la lucha. Sin embargo, los revolucionarios gritaron: "¡A la horca con el cura!". Instantes después, lo atravesaron con las bayonetas y, todavía vivo, le clavaron la cruz que llevaba en la mano en una de las heridas. Su cadáver fue arrojado por los bolcheviques a una fosa común. Pero su memoria no se borró entre los creyentes, siendo canonizado en el año 2.000. 

jueves, 19 de febrero de 2015

Speculum Caritatis. Mi alma tiene sed

1.- Extendiste, Señor, el cielo como una piel, colocando en él las estrellas, para que nos alumbren en esta noche, en la cual rondan las fieras de la selva y los cachorros de los leones rugen para arrebatamos y buscarnos como su sustento: También cubres con el agua los más altos lugares: de los que, como ciertas secretísimas cataratas, empapas la tierra de nuestro corazón, para que se alegre más que si abundara en trigo, vino y aceite: y no busquemos con vano sudor nuestro pan; sino que buscando encontremos, y poseyéndolo seamos alimentados y gustemos, porque tú, Señor, eres dulce y suave.

Mi alma, alma estéril, seca e infructuosa, tiene sed, anhela empaparse con esas suavísimas gotas que destilan los cielos, para poder también ella participar de aquel pan celestial que alimenta a los ángeles y nutre con su jugo a los inocentes. Así mi paladar interno saboreará su admirable deleite y no suspirará más por las ollas de carne que abandonó en Egipto, en donde por mandato del Faraón, aun después de serme quitada la paja, fabricaba adobes." 

Elredo de Rieval
El Espejo de la Caridad

miércoles, 18 de febrero de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo


68.- Recuerda que eres polvo, y al polvo has de volver. Monje, ¿cómo es posible que te hayas descuidado tanto, que has olvidado tu propia contingencia? ¿Acaso te sedujeron los halagos del mundo?, ¿olvidaste, tal vez, tu propia consagración al Señor como meta única de tu existencia? El Señor es bueno y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad. Vuélvete a él, no sea que en tu descuido te sorprenda la muerte, y no tengas entonces tiempo de convertirte

martes, 17 de febrero de 2015

Memoria de los Fundadores de los Siervos de María


Siete fueron los varones, dignos de reverencia y honor, que reunió nuestra Señora como siete estrellas, para dar comienzo, por la concordia de su cuerpo y de su espíritu, a la Orden de sus siervos.

Cuando yo entré en la Orden sólo vivía uno de aquellos, que se llamaba hermano Alejo. Nuestra Señora tuvo a bien mantenerlo en vida hasta nuestros días para que nos contara los orígenes de la Orden. La vida de este hermano Alejo era, como pude ver con mis propios ojos, una vida tan edificante que no sólo movía con su ejemplo a todos los que con él vivían, sino que constituía la mejor garantía a favor de su espíritu, del de sus compañeros y de nuestra Orden.

Su estado de vida, antes de que vivieran en comunidad, constaba de cuatro puntos. El primero, referente a su condición ante la Iglesia. Unos habían hecho voto de virginidad o castidad perpetua, otros estaban casados y otros viudos. Referente a su actividad pública, eran comerciantes. Pero en cuanto encontraron la perla preciosa, es decir, nuestra Orden, no solamente dieron a los pobres todo lo que poseían, sino que se entregaron con gran alegría al servicio de Dios y de la Señora.

El tercer punto se refiere a su devoción a la Virgen. En Florencia existía una antiquísima congregación que, debido a su antigüedad, su santidad y número de miembros, se llamaba «Sociedad mayor de nuestra Señora». De esta sociedad procedían aquellos siete varones, tan amantes de nuestra Señora.

Por último, me referiré a su espíritu de perfección Amaban a Dios sobre todas las cosas, a él dirigían, como pide el debido orden, todo cuanto hacían y le honraban con sus pensamientos, palabras y obras.

Una vez que tomaron la decisión de vivir en comunidad, y confirmado su propósito por inspiración divina, ya que nuestra Señora les impulsaba especialmente a este género de vida, fueron arreglando la situación de sus familias, dejándoles lo necesario y repartiendo lo demás entre los pobres. Después buscaron a varones prudentes, honestos y ejemplares y les participaron su propósito.

Subieron al monte Senario, edificaron en lo alto una casita y se fueron a vivir allí. Comenzaron a pensar que no sólo estaban allí para conseguir su santidad, sino que también debían admitir a otros miembros para acrecentar la nueva Orden que nuestra Señora había comenzado conellos. Dispuestos a recibir a más hermanos, admitieron a algunos de ellos y así fundaron nuestra Orden. Nuestra Señora fue la principal artífice en la edificación de la Orden, fundada sobre la humildad de nuestros hermanos, construida sobre su caridad y conservada por su pobreza.

De la tradición sobre el origen de la Orden de los Siervos de la Virgen María

lunes, 16 de febrero de 2015

La verdadera base de la oración


La verdadera base de la oración reside en controlar los pensamientos en medio de una gran paz y tranquilidad a fin de evitar los obstáculos exteriores. El hombre deberá, entonces, combatir, talar en el bosque los pensamientos malvados que lo rodean, impulsarse hacia Dios sin ceder ante la voluntad de sus pensamientos, sino, por el contrario, en medio de su dispersión, reunir los pensamientos malvados con los naturales. El alma, bajo el peso del pecado, avanza como a través de un río invadido por cañaverales, como a través de una espesura de arbustos y de zarzas. Aquel que quiere atravesarlo debe extender las manos y, penosamente, separar por la fuerza el obstáculo que lo aprisiona. Así, los pensamientos del poder enemigo envuelven al alma. Es necesario, pues, un gran celo y una extensa atención de espíritu para reconocer los pensamientos intrusos del poder.

Pseudo Macario el Grande
Homilías espirituales

sábado, 14 de febrero de 2015

San Juan Bautista de la Concepción - Cuán dificultosa cosa sea desasirse a un alma de todas las cosas de la tierra.


1.- Bien entiendo que una de las mayores dificultades que un alma en sí siente y tiene en el camino de la perfección, es desasirse de todas las criaturas para perfectamente unirse con Dios; y digo "perfectamente unirse" porque otras uniones hay menos perfectas, que en alguna manera se compadecen con la memoria y acuerdo de las cosas de la tierra; y si ha de ser la unión y transformación verdadera, cuando Dios por su misericordia y merced singular hace a una alma una misma cosa consigo mismo, nada le ha de quedar de acuerdo, memoria, conocimiento o afición de las criaturas.

Bien me parece fuera necesario tratar de lo que el alma es en esta unión, para que de ahí entendiéramos lo que no es en esa ocasión fuera de la unión. Yo tengo tratado de esto en mil partes; y quien de ella sabe poco, poco puede decir y ahondar. Pero atento que un hermano siempre que se le trata de esta materia, siempre dice que apenas halla quien le diga o donde lea qué sea esta unión secreta de un alma con Dios, porque todo lo que lee son discursos, consideraciones o afectos que en aquella ocasión un alma no siente por razón de la suspensión de las potencias. A quien respondo que de la unión se puede tratar de una de tres maneras: o del camino para ella, o de los efectos que causa y produce en un alma, o de la misma y propia unión. Todo lo que se trata de esta materia es o del camino para ella o de los efectos que en un alma deja, porque la unión propia, cuando un alma es enajenada de sí y hecha una misma cosa con Diose con un modo admirable, divino, soberano, levantado, no se sabe qué sea ni se puede saber. Y esa es la unión: una unidad y transformación de Dios en el alma y del alma en Dios, que no se sabe qué sea. Y por el propio caso que se diga lo que es, es efecto de la unión aquello que se dice que es, porque, si en la perfecta unión un alma se pierde a sí, se transmonta y hace una propia cosa con Dios, como dice san Pablo: "Vivo yo, ya no yo, sino vive en mí Cristo".

viernes, 13 de febrero de 2015

San Bernardo. La mentira me sobornó, Señor.

Cierto, nuestros príncipes, Adán y Eva, son el germen de nuestra raza, desobedientes y socios de ladrones. Porque, mediante la persuasión de la serpiente, o del diablo a través de la serpiente, intentan robar lo que pertenece al Hijo de Dios. El Padre no aguanta el insulto ocasionado al Hijo, pues el Padre ama al Hijo, y reclama inmediatamente la venganza en el hombre mismo, haciendo pesar su mano sobre nosotros. Hemos pecado en Adán, y en él recibimos todos la sentencia de condenación. ¿Qué va a intentar el Hijo cuando ve al Padre celarse por él y que se niega a perdonar a las criaturas? "He aquí", dice, "que, por causa de mí, el Padre pierde a sus criaturas". El primer ángel buscó con ahínco mi grandeza   tuvo un círculo que confió en él. Pero inmediatamente el ce o del Padre se vengó en su persona. Le hirió a él y a todos los suyos con una herida incurable y le infringió un cruel escarmiento. También el hombre quiso arrebatar e saber que me pertenece; y tampoco tuvo compasión ni lástima de él.

¿Acaso Dios se cuida de los bueyes? Había creado tan sólo dos criaturas nobles, dotadas de razón y capaces de felicidad: el ángel y el hombre. Pero por mi causa perdió muchos ángeles y todos los hombres. Por tanto, para que vea que yo amo a mi Padre, haré que él reciba, a través de mí, a los que, en cierto modo, ha perdido por mi causa. Si por mi culpa sobrevino esta tormenta, dice Jonás, cogedme y arrojadme al mar. Todos me tienen envidia. Pero voy a venir y manifestarme de tal modo que quien me envidie y trata de imitarme le sea provechosa esa porfía. Me doy cuenta, sin embargo,  que los ángeles desertores han adoptado una actitud de maldad  y perversidad. No han pecado por ignorancia y debilidad. Deben perecer, ya que se negaron a hacer penitencia. El amor del Padre y el honor del rey reclaman la Justicia.


El designio, pues, de Dios al crear a los hombres es que ocupen los lugares que han quedado vacantes y reconstruyan los muros de Jerusalén. Sabía que ya no era posible abrir un camino de retorno para los ángeles. Conocía la soberbia de Moab, un orgulloso incorregible. La soberbia nunca acepta el remedio de la penitencia ni del perdón. Pero no creó otra criatura que reemplazara al hombre caído. Esto era una señal de que iba a ser redimido. Y si una perversidad ajena a él mismo lo desmoronó, una caridad, también ajena, podría serle útil.


Te ruego, Señor: dígnate librarme, que soy débil. Me han sacado de mi país con astucia. Sin hacer mal alguno, me han arrojado aquí, en este calabozo. Reconozco que soy inocente del todo. Pero, si me comparo con mi seductor, me siento, en cieno modo, inocente. La mentira me sobornó, Señor. Que venga la verdad y se descubra la falacia. Que conozca la verdad, y la Verdad me librará; pero de tal modo que reniegue de la mentira descubierta y me adhiera a la Verdad conocida. De lo contrario, ya no sería tentación ni pecado humano, sería obstinación diabólica, pues la perseverancia en el mal es algo diabólico. Y cualquiera que persista, como él, en el pecado, merece idéntico exterminio.

San Bernardo de Claraval
Sermón 1 en el Adviento del Señor

martes, 10 de febrero de 2015

San Gregorio Magno. Sobre santa Escolástica

Mantegna - Santa Escolástica

Escolástica, hermana de Benito, dedicada desde su infancia al Señor todopoderoso, solía visitar a su hermano una vez al año. El varón de Dios se encontraba con ella fuera de las puertas del convento, en las posesiones del monasterio.

Cierto día, vino Escolástica, como de costumbre, y su venerable hermano bajó a verla con algunos discípulos, y pasaron el día entero entonando las alabanzas de Dios y entretenidos en santas conversaciones. Al anochecer, cenaron juntos.

Con el interés de la conversación se hizo tarde, y entonces aquella santa mujer le dijo:

«Te ruego que no me dejes esta noche y que sigamos hablando de las delicias del cielo hasta mañana.

A lo que respondió Benito:

«¿Qué es lo que dices, hermana? No me está permitido permanecer fuera del convento».

Pero aquella santa, al oír la negativa de su hermano, cruzando sus manos, las puso sobre la mesa y, apoyando en ellas la cabeza, oró al Dios todopoderoso.

Al levantar la cabeza, comenzó a relampaguear, tronar y diluviar de tal modo, que ni Benito ni los hermanos que le acompañaban pudieron salir de aquel lugar.

Comenzó entonces el varón de Dios a lamentarse y entristecerse, diciendo:

«Que Dios te perdone, hermana. ¿Qué es lo que acabas de hacer?».

Respondió ella:

«Te lo pedí, y no quisiste escucharme; rogué a mi Dios, y me escuchó. Ahora sal, si puedes, despídeme y vuelve al monasterio».

Benito, que no había querido quedarse voluntariamente, no tuvo, al fin, más remedio que quedarse allí. Así pudieron pasar toda la noche en vela, en santas conversaciones sobre la vida espiritual, quedando cada uno gozoso de las palabras que escuchaba a su hermano.

No es de extrañar que al fin la mujer fue la más poderosa que el varón, ya que, como dice Juan: Dios es amor, y, por esto, pudo más porque amó más.

A los tres días, Benito, mirando al cielo, vio cómo el alma de su hermana salía de su cuerpo en figura de paloma y penetraba en el cielo. El, congratulándose de su gran gloria, dio gracias al Dios todopoderoso con himnos y cánticos; y envió a unos hermanos a que trajeran su cuerpo al monasterio y lo depositaran en el sepulcro que había preparado para sí.

Así ocurrió que estas dos almas, siempre unidas en Dios, no vieron tampoco sus cuerpos separados ni siquiera en la sepultura.

San Gregorio Magno
Libro de los Diálogos (Lib II, 33: PL 66, 194-196)

lunes, 9 de febrero de 2015

San Alto


En Baviera, conmemoración de san Alto, abad, el cual, habiendo nacido en Irlanda, fundó en los bosques de esta región el monasterio que después llevó su nombre (s. VIII).

Recordamos hoy a uno de los monjes irlandeses que abandonó su patria para participar en la evangelización del centro de Europa. San Alto vivió en reclusión, aproximadamente en el año 750. Se le ha descrito tanto como un anglosajón, así como un irlandés. Sin embargo el nombre Alto indiscutiblemente aparece como de Irlanda.


Se conoce poco acerca de sus condiciones de vida, excepto que vivió durante cierto tiempo como un ermitaño. Subsistió de los productos del bosque y luego de ese período, fundó un monasterio benedictino, en un lugar que es llamado Altomünster, en la Diócesis de Freising. Previamente había obtenido los derechos sobre el terreno, de parte del Rey Pepino. Se considera que San Bonifacio llegó a santificar la iglesia alrededor del año 750. Existe aún una edificación indicando la inscripción de referencia a Alto reclusus. La inscripción probablmente data desde los tiempos de ermitaño.


No se sabe el año de su muerte, pero se conmemora el 9 de febrero. El monasterio de Altomünster sufrió muchas transformaciones desde las invasiones de los hunos y como producto de la tiranía de varios nobles. No obstante, cerca del año 1,000 fue restaurado como un monasterio benedictino. Más tarde fue lugar de vida para monjas benedictinas, y ellas lo dieron como lugar para albergar a la comunidad dúplice monjes y monjas brígidas, a fines del Siglo XV; en manos de esta última comunidad se encuentra aún ahora.

viernes, 6 de febrero de 2015

El mártir san Pablo Miki, del Japón


Pablo Miki nace en Jamasciro en 1564, no lejos de Miyako, la capital del Japón. Pertenece una familia importante. En la corte de Miyako, los padres conocen a los Padres de la Compañía de Jesús. Reciben el bautismo en 1568. Junto con ellos es también bautizado Pablo, a la edad de 4 años. Pablo, a los once años ingresa al Colegio de la Compañía en la capital imperial. El P. Organtino Soldi, un italiano de Brescia, es el Rector y el verdadero padre de la cristiandad de Miyako.

Con el P. Soldi hace Pablo su primer discernimiento. Decide ingresar al Seminario de Azuki, en 1580.  Pablo Miki sigue estudios de latín y de literatura japonesa. Pablo tiene 22 años. Acaricia la idea de ingresar a la Compañía de Jesús. Pero sabe que es difícil. En el Japón se pide una permanencia larga en la fe cristiana, una buena formación y una práctica apostólica. Con valentía, Pablo pide su ingreso a la Compañía.

Los primeros once meses del noviciado trascurren en paz. Hideyoshi, el shogún del imperio, parece apoyarse en los cristianos. Las experiencias del novicio Pablo Miki son las comunes a todos los noviciados de la Compañía. La principal es el mes entero de Ejercicios. Sirve en el hospital de San Lázaro. Visita a los pobres y se ejercita en los trabajos humildes de la comunidad.

En 1587 sobreviene el cambio. El shogún dicta un decreto de expulsión para todos los misioneos del Japón. El P. Gaspar Coeglio, viceprovincial, reune una Consulta ampliada y con el consejo de los daimyos cristianos decide dispersar a los jesuitas. No abandonan el campo. Ocultos deben continuar la labor misionera. El Noviciado de Nagasaki es trasladado a Arie, a una pequeña localidad de la isla de Arima.


Los votos religiosos, Pablo Miki los emite en Arie, en agosto de 1588. Para los estudios es enviado a la isla de Amakusa. El daimyo Juan, señor de la isla, protege a los jesuitas. Después de la Filosofía, la Compañía pide a sus estudiantes ejercitarse en experiencias apostólicas. Pablo, por su buena formación en literatura, por el dominio de la lengua clásica del Japón, es destinado a la misión estrictamente pastoral. Primero, es catequista. A los catecúmenos da los contenidos de la fe. Después, es predicador.

Incansable recorre los estados de Scimo, las islas del centro, el principado de Omura, Miyako, y las islas del septentrión. Siempre viaja con uno o dos sacerdotes misioneros. A Pablo le corresponde predicar, instruir, disponer al bautismo, preparar las confesiones, dirigir la Eucaristía, bendecir matrimonios y asistir a los moribundos. Al mismo tiempo escribe. Con hermosos caracteres japoneses expone la fe católica. Sus manuscritos refutan las doctrinas de los bonzos. Se muestra hábil y lleno de caridad. Estos libros de Pablo Miki, cuando el P. Alejandro Valignano trae la imprenta, son editados con gran cuidado y perfección. Pablo es el primer autor japonés de teología polémica.

En el Japón central hace los estudios de Teología. Los termina con éxito. Es aceptado a la ordenación sacerdotal. Pablo Miki tiene 33 años. Sólo debe esperar la llegada del Obispo jesuita Pedro Martínez.
Cuando el obispo viene a Osaka, los jesuitas deciden hacer la ordenación de Pablo en Nagasaki, con gran ceremonia. El ejemplo de Pablo puede ser imitado por muchos.

Por el segundo edicto de Taicosama son arrestados en Miyako cinco franciscanos, los embajadores. También detienen a doce japoneses, sus compañeros. Es la noche del 9 de diciembre de 1596.
En los registros de la ciudad de Osaka, efectuados al día siguiente, los perseguidores encarcelan a otro sacerdote franciscano y a tres japoneses.
Las autoridades van también a la Residencia jesuita. Tal vez en busca de franciscanos. Solamente los extranjeros recién llegados pueden ser apresados por el decreto. Los PP. Organtino Solbi y Francisco Pérez están en Miyako, por ministerios y para consolar a los cristianos. Igualmente, el Hermano japonés Pablo de Amacusa. El obispo Pedro Martínez y los sacerdotes Francisco Rodríguez y Pedro de Morecon están en el puerto de Sakai a la espera de embarcarse para Nagasaki. En la Residencia, por lo tanto, permanecen solamente Pablo Miki y los catequistas Juan Soan y Diego Kisai.


Los tres no están comprendidos en el edicto de Taicosama. Con todo, son duramente interrogados. Pablo Miki confirma su carácter de jesuita. Los catequistas confiesan no ser religiosos, pero afirman estar ligados a la Compañía de Jesús y que esperan un día ser aceptados. Se determina arrestarlos. Ninguno de los tres hace nada por sustraerse a la detención. Los detenidos en la capital permanecen en prisión hasta el día 30 de diciembre. La sentencia de muerte todavía no ha sido promulgada.

El 31 de diciembre, Farimandono envía a franciscanos de Osaka y a los jesuitas a la ciudad de Miyako. Van serenos. En verdad, contentos. Al llegar, Pablo Miki abraza a todos. En excelente japonés, él puede hacerlo, predica a los guardias y a los pocos cristianos que se acercan. Les habla de la eternidad, de la gloria de los bienaventurados, de la Pasión de Jesucristo y de su propio deseo de dar la vida por la fe. Les recuerda que él tiene, por gracia, la misma edad de Jesús. Su Vía Crucis es el camino a Nagasaki. Allí lo espera la muerte de Cristo en cruz. Con su sacrificio desea salvar a su pueblo, como el Señor. Todos lloran. Dos guardias, al oído, le prometen hacerse cristianos.

El 3 de enero, los 24 detenidos son sacados de la prisión, con las manos atadas a la espalda. Seguidos por una gran multitud son llevados a la gran plaza que separa las dos partes de la ciudad. Se detienen y comienzan los tormentos, frente al pueblo. En seguida, el verdugo les corta a todos un pedazo de la oreja izquierda. En verdad, es una benevolencia del Gobernador. La sentencia es, cortar las dos orejas y entera la nariz. Es lo habitual. Todo condenado a muerte debe sufrir esa tortura.

Después, agrupados de tres en tres, suben a los 24 a unas carretas. Así, a caballo y en carretas, llegan a Osaka. Continúan al puerto de Sakai. Allí Taicosama cambia una vez más de parecer. El viaje puede hacerse cómodamente por mar, a través de los canales. Nagasaki queda a dos días de navegación. Taicosama pretende infundir terror hacia el cristianismo. Pero la ignominia se transforma en espléndida glorificación. Por donde pasan son recibidos en triunfo. Las muchedumbres rodean y detienen los caballos para besar las vestiduras de los perseguidos por la fe.

En cada pueblo, al final del día, son celosamente custodiados en las cárceles de bambú. El frío es grande. La nieve y el viento también los acompañan. A Pablo Miki muchos lo conocen, desde sus correrías apostólicas de hace pocos años. Con cariño Pablo los anima a mantenerse firmes en la fe. Más de alguno pretende y dos logran agregarse al grupo de los confesores. Para todos predica con alegría.

El día 4 de febrero de 1597, a los 26 días de viaje llegan los condenados a Nagasaki. Fazamburo, el conocido de Pablo, es el designado para hacerse cargo de la comitiva y de la ejecución. Ha preparado 50 cruces. Tal vez confundido por la orden recibida de los 24 primeros y la última noticia de 26. Los cristianos creen que, a los recién llegados, agregarán a los jesuitas de Nagasaki, al obispo y a personas destacadas de la ciudad. A prisa Fazamburo ordena que las cruces del suplicio sean llevadas de inmediato a una pequeña colina, ubicada al otro lado del mar, frente a frente de la ciudad.

Hace llamar a los PP. Francisco Pasio y Juan Rodríguez. Les dice que ellos pueden confesar a los condenados, pero no pueden celebrar la Misa. En la pequeña iglesia del hospital de San Lázaro el P. Pasio recibe la confesión general de San Pablo Miki y la de los mártires Juan Soan y Diego Kisai. Los demás japoneses lo hacen con ambos, indistintamente. Los franciscanos se confiesan en castellano entre ellos.

La cruz japonesa consiste en un tronco con dos travesaños. Uno más largo, arriba, para los brazos. Otro más corto, abajo, para los pies. En el medio hay una saliente que sirve de asiento al ajusticiado. No se usan clavos. La víctima queda aprisionada al madero con cinco anillos de hierro: dos a los pies, dos a las muñecas y una al cuello. La muerte se da con dos lanzazos, que entran por los costados. Atraviesan el pecho y salen por los hombros. A la orden del capitán, las veintiséis cruces son levantadas al mismo tiempo, en la colina, frente a frente de la ciudad. El quinto es Diego Kisai. El sexto, Pablo Miki. A su izquierda, Juan Soan teniendo a sus pies al anciano padre. Todos miran a la ciudad. En los techos de las casas están todos los cristianos. También los portugueses y españoles. Todos entonan el Te Deum como himno de acción de gracias.

Al fin, los guardias deciden acabar con Pablo. Le dan los golpes finales y los dos lanzazos.Las últimas palabras de Pablo, recogidas por los cristianos y los jesuitas, son: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. Curioso, la frase de Cristo la dice en latín, el idioma que tanto le cuesta. Es el día miércoles 5 de febrero de 1597.

jueves, 5 de febrero de 2015

San Metodio de Sicilia. Sermón sobre santa Águeda

Zurbarán - Santa Águeda

Hermanos, como sabéis, la conmemoración anual de esta santa mártir nos reúne en este lugar para celebrar principalmente su glorioso martirio, que pertenece ya al pasado, pero que es también actual, ya que también ahora continúa su victorioso combate por medio de los milagros divinos por los que es coronada de nuevo todos los días y recibe una incomparable gloria.

Es una virgen, porque nació del Verbo inmortal (quien también por mi causa gustó de la muerte en su carne) e indiviso Hijo de Dios, como afirma el teólogo Juan: A cuantos le recibieron, les da poder para ser hijos de Dios.

Esta mujer virgen, la que hoy os ha invitado a nuestro convite sagrado, es la mujer desposada con un solo esposo, Cristo, para decirlo con el mismo simbolismo nupcial que emplea el apóstol Pablo.

Una virgen que, con la lámpara siempre encendida, enrojecía y embellecía sus labios, mejillas y lengua con la púrpura de la sangre del verdadero y divino Cordero, y que no dejaba de recordar y meditar continuamente la muerte de su ardiente enamorado, como si la tuviera presente ante sus ojos.

De este modo, su mística vestidura es un testimonio que habla por sí mismo a todas las generaciones futuras, ya que lleva en sí la marca indeleble de la sangre de Cristo, de la que está impregnada, como también la blancura resplandeciente de su virginidad.

Agueda hizo honor a su nombre, que significa «buena»; ella fue en verdad buena por su identificación con el mismo Dios; fue buena para su divino Esposo y lo es también para nosotros, ya que su bondad provenía del mismo Dios, fuente de todo bien.

En efecto, ¿cuál es la causa suprema de toda bondad, sino aquel que es el sumo bien? Por esto, difícilmente hallaríamos algo que mereciera, como Agueda, nuestros elogios y alabanzas.

Agueda, buena de nombre y por sus hechos; Agueda, cuyo nombre indica de antemano la bondad de sus obras maravillosas, y cuyas obras corresponden a la bondad de su nombre; Agueda, cuyo solo nombre es un estímulo para que todos acudan a ella, y que nos enseña también con su ejemplo a que todos pongamos el máximo empeño en llegar sin demora al bien verdadero, que es sólo Dios.

San Metodio de Sicilia
Sermón sobre santa Águeda (Analecta Sollandiana, 68, 76-78)

martes, 3 de febrero de 2015

San Óscar

San Oscar - Iglesia de la Trinidad - Hamburgo

Recordamos hoy a un monje, proveniente del Monasterio de Corbie, que terminó siendo uno de los grandes misioneros y evangelizadores de la Europa septentrional: San Oscar, también llamado Ascario, Anscario, Ansgar o Anskar. 

Nació en Picardía el año 801 y murió en el 865. Entró como benedictino en Corbie, de donde pasó a Westfalia. Con Harold -el Rey de Dinamarca que se había bautizado recientemente, y que había sido expulsado de su reino pero ahora regresaba- Autbert y Oscar fueron a predicar la fe en ese país donde Ebbo, el arzobispo de Reims, ya había trabajado (aunque sin mucho éxito).

Oscar fundó una escuela en Schleswig, pero el celo desmedido de Harold provocó otra tormenta que terminó en una segunda expulsión del rey, y la consiguiente retirada de los misioneros. En compañía de los embajadores de Luis el Piadoso (Ludovico Pío), entró entonces en Suecia, y predicó el Evangelio allí. Aunque la embajada había sido atacada en el camino y aparentemente había abandonado su misión, Oscar logró entrar en el país, y fue recibido favorablemente por el rey, que le permitió predicar. El jefe de los consejeros reales, Herigar, se convirtió, y construyó la primera iglesia de Suecia.

Oscar permaneció allí un año y medio, y a su regreso fue nombrado obispo de la nueva sede de Hamburgo, e instituido por Gregorio IV legado de las naciones del norte. Restableció también la abadía de Turholt, en Flandes, y fundó una escuela allí. En el año 845, Eric, el rey de Jutlandia, apareció frente a Hamburgo con una flota de 600 buques, y destruyó la ciudad. Oscar fue durante algún tiempo un fugitivo, incluso privado de sus posesiones de Flandes por Carlos el Calvo, pero con el ascenso de Luis el Germánico fue restaurado en su sede. El obispado de Bremen, que había sido la sede de Leudric, su enemigo, quedaba al mismo tiempo, unida a Hamburgo, pero aunque el acuerdo se hizo en el año 847 no fue confirmado por el Papa hasta el 857, y Oscar llegó a ser el primer arzobispo. Mientras tanto, hizo frecuentes excursiones a Dinamarca, aparentemente en calidad de enviado del rey Luis (el Germánico). Construyó una iglesia en Schleswig y después fue como embajador danés a su antigua misión de Suecia. El rey Olaf lo miró favorablemente, pero la cuestión de permitir o no predicar fue consultada a los oráculos, que se dice que dieron una respuesta favorable, posiblemente debido a las oraciones del santo. Se construyó allí una iglesia y quedó establecido un sacerdote. En el 854 lo encontramos de vuelta en Dinamarca, donde consiguió convertir la enemistad del rey Eric en amistad. Eric había expulsado a los sacerdotes que habían sido dejados en Schleswig, pero a petición de Oscar fueron nuevamente llamados. El santo construyó otra iglesia en Jutlandia, e introdujo el uso de las campanas, que los paganos consideraban como instrumentos mágicos. Además convenció al rey vikingo de mitigar los horrores de la trata de esclavos.

Fue eminente por su piedad, mortificación y observancia de la regla monástica; construyó hospitales, rescató cautivos, envió cuantiosas limosnas al extranjero, y sólo lamentó no haber sido hallado digno del martirio. A pesar de que escribió varias obras, muy poco de ello ha quedado. Añadió frases devocionales a los salmos, que -de acuerdo con Fabricio, en su «Biblioteca Latina de la Edad Media»- son un monumento ilustre a la piedad del santo prelado. También había compilado una vida de san Willehad, primer obispo de Bremen, y el prefacio que escribió fue considerado una obra maestra de esa época. Todos su éxito como misionero lo atribuía a la piedad de Luis el Piadoso y al celo apostólico de su predecesor en el trabajo, Ebbo, arzobispo de Reims, que sin embargo, de hecho, había fracasado.

lunes, 2 de febrero de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo

Luis de Morales - Presentación de Jesús en el Templo

67.- La ofrenda de la vida. Monje, contempla al Señor, que es llevado al Templo de Jerusalén para ser ofrecido al Señor. Años después, también fue llevado fuera de Jerusalén para ser ofrecido en la Cruz por la salvación de todos los hombres. La ofrenda de su existencia estableció la nueva y definitiva alianza entre Dios y los hombres. Su ofrenda fue aceptada por Dios, Padre Todopoderoso, que resucitó a Cristo de entre los muertos y lo coronó de gloria y majestad. Ofrece tu propia existencia, monje, a ejemplo de Cristo, y deja que la luz de su Pascua te guíe en la oscuridad de este mundo.

domingo, 1 de febrero de 2015

San Raimundo de Fitero

Claustro del Monasterio de Fitero (Navarra)

En la villa de Ciruelos, en la región española de Castilla la Nueva, san Raimundo, abad de Fitero, que fundó la Orden de Calatrava y trabajó en favor de la cristiandad (c. 1160).

Este anuncio del Martirologio Romano nos lleva hoy a la Hispania medieval. El nombre de pila de san Raimundo era Raymond Serrat. Nació, probablemente, en Saint Gaudens de Garona, en Francia, a comienzos del siglo XII. Aparece como canónigo en Tarazona. Se hizo monje en el monasterio cisterciense de Nuestra Señora de Sacala Dei, en Gascuña, y de ahí fue enviado como prior a una fundación en España. Se asentaron los nuevos monjes en el monte que llaman Yerga. En 1140 Alfonso VII les donó la villa de Nienzabas que había quedado asolada por los moros; aquí fundaron el monasterio de Nienzabas del que fue abad Raimundo a la muerte de Durando, alrededor del año 1144. Lo eligieron abad por la fama que tenía de santo y taumaturgo. Con el título y oficio de abad aparece ya en la escritura del 1146, al donar el rey al monasterio los dominios de Serna de Cervera y Baños de Tudescón, actuales balnearios de Fitero.

En 1148 asistió al capítulo general de la orden del Císter, en calidad de abad; en ese concilio estuvo presente el papa Eugenio III, que también era cisterciense. Raimundo trasladó ese mismo año el monasterio al mejor sitio de Castejón, recibió la donación real del castillo de Tulungen y, en la heredad donada por Don Pedro Tizón y su esposa Doña Toda, fundó en 1150 el de Santa María de Fitero del que será el primer abad.


Diego de Velázquez es un monje que en tiempo pasado fue soldado y amigo del rey Sancho. Raimundo y él se encuentran en Toledo el año 1158. Diego ha escuchado al rey el gran peligro que corre la plaza de Calatrava confiada años atrás por Alfonso VII a los Templarios, pero que ahora está casi desguarnecida que es por el momento la llave estratégica de Toledo. El peligro es grande por la proximidad de los almohades. Raimundo y Diego piden al rey la defensa de la plaza y con los monjes traídos de Fitero más un ejército formado por campesinos y artesanos consiguen defender la plaza y ahuyentar a los moros. En premio, el rey Sancho III les concede el dominio de Calatrava donde Raimundo funda el mismo año la Orden mitad monjes obedientes al toque de la campana, mitad soldados obedientes al toque de la trompeta que fue aprobada posteriormente por el papa Alejandro III, por bula de 25 de setiembre de 1164, cuando ya había muerto su fundador.

Raimundo murió en 1163 en Ciruelos y allí se enterró. En 1471 se trasladaron sus restos al monasterio cisterciense de Monte León de Toledo y, desde el siglo XIX, las reliquias del santo se encuentran en la catedral de Toledo.

En 1159, el monasterio de Fitero fue invadido por una muchedumbre armada, enviada por el obispo de Tarazona que, tras destruirlo, se hizo con su dominio espiritual. Los monjes que allí había, tras ser apaleados, huyeron a Calahorra y ni ellos ni San Raimundo pudieron regresar jamás a su monasterio. En 1161, se instaló una segunda comunidad cisterciense en Fitero, también procedente de Scala Dei, cuyo nuevo abad fue Guillermo. San Raimundo, con el apoyo de Alfonso VIII, intentó recuperar su monasterio, pero no lo logró y falleció exilado en Ciruelos.

Iglesia Abacial de Fitero

El segundo templo cisterciense de Fitero se empezó según lo acostumbrado, por la cabecera, en el último cuarto del siglo XII, y su iglesia se concluyó en 1247, financiada por el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada,7 así como del castillo de Brihuega (Guadalajara). En 1247, pocos días antes de la muerte de este arzobispo en su viaje de regreso de Lyon, de visitar al Papa Inocencio IV, tras haber logrado de éste una bula de indulgencias para aquellos que visitasen esta nueva iglesia castellana.

Procesión con el Santo en Ciruelos