jueves, 8 de enero de 2015

Apotegmas de un monje a sí mismo

Murillo. El niño Jesús distribuyendo pan a los peregrinos

63.- Epifanía. Monje, el Espíritu Santo te ha llamado para contemplar el misterio de su infinito amor y alabar su inagotable bondad para con el género humano, tan pobre y tan inclinado a la ingratitud. Esta gloriosa presencia no se ha manifestado en el poder que triunfa en el mundo, o en la grandeza de una aparición sobrenatural, sino en la tierna humildad de un niño, en la semejanza con nuestra condición humana, que ha asumido con desconcertante humildad, para devolverla la gloria para que la que fue creada y que nuestro pecado deslució. Monje, mira cómo Dios ha abierto su generosa mano, para saciarnos de bienes que, ni tan siquiera, esperábamos. No dejes que tu corazón se enfríe con las cosas del mundo, y deje de admirarse ante tanta gracia.

2 comentarios:

  1. Difícilmente alcancemos a comprender y valorar la humildad y amor de Dios al encarnarse y tomar nuestra naturaleza para luego elevarla.

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  2. Dice el profeta Isaías, en el capítulo 63 de su libro: Él fue su salvador en el peligro: no fue un mensajero ni un enviado; él en persona los salvó con su amor y su clemencia los rescató, los liberó y los llevó siempre.
    Alabada sea la gran misericordia de nuestro Dios, que nos ha visitado y redimido.

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