miércoles, 13 de agosto de 2014

Escritos del santo Hermano Rafael - 23 -


25 de marzo de 1938 - viernes

¡Jesús mío, qué bien se vive sufriendo a tu lado, aquí en la vida oculta del monasterio!... ¡Qué lástima me da de los del mundo!

Ha venido mi hermano a visitarme..., cuánto le quiero, es un ángel de Dios. Me edifica su cristiano modo de pensar, su conducta tan seria y formal, su alma en la cual veo madera para edificar, y un corazón apto para Dios... Eso es mi hermano, el simpático teniente de artillería.

Vino con permiso del frente, y... hablamos..., hablamos del mundo y hablamos de Dios.

Después de haber pasado con él el día, ahora en el retiro de mi celda, pienso lo bueno que es Dios al haberme traído a mí a la vida religiosa, lejos del mundo y a los pies de Jesús.

Qué feliz soy en medio de mis penas y sacrificios... Qué feliz soy de poder ser un alma que sufre por Jesús... Qué feliz soy de poder poner mis ansias, mis deseos, mis flaquezas incluso, a los pies del Tabernáculo de Jesús.

Hablé con mi hermano del mundo..., y vilo que ya otras veces pensé: la vanidad de las cosas del mundo.

Me habló de mi familia..., su preocupaciones y sus intereses... Hablamos de proyectos futuros... Me contó detalles de la nueva vida de mis padres y hermanos, reformas en la casa. Me habló de perros, caballos, automóviles..., que sé yo.

Qué bueno es Dios que de todo eso me ha separado... Para mí ya no hay nada que me interese... Qué feliz soy con sólo Dios y mi cruz.

En el mundo se sufre..., todo son afanes, deseos, esperanzas..., pocas veces cumplidas. En el mundo se lloran intereses materiales, viles y deleznables... En el mundo se llora poco por Cristo. En el mundo se sufre poco por Dios.

¡Qué pena me da del mundo!... Pierde el tiempo el hombre en bagatelas; pierde el tiempo en llorar esta vida que es un soplo de niño en medio de una tempestad, que es un grano de arena en el mar..., un instante en la eternidad.

No envidio a nadie... No quiero libertad si ésta no me sirve más que para olvidarme de lo único necesario, que es el amar a Jesús en la Cruz.

¡Qué pena me da del mundo!…. que no sabe en medio de sus ansias de placer y felicidad, que la única dicha es poder llegar a morir abrazado a la Cruz de Jesús, entre lágrimas de dolor, suspiros y ansias de cielo y de amor.

Yo sufro mucho..., sí. Algunas veces es muy grande la carga que he echado en mis débiles y enfermas espaldas... Miro hacia atrás y... es tan duro vivir en pobreza para el que tuvo de todo y de nada careció... Miro hacia adelante y... me parece tan empinada la cuesta que tengo que subir. ¡A veces se oculta Jesús tan profundamente! Mi vida se ha reducido a una continua renuncia en todo. Y eso, no es fácil a una criatura tan frágil y quebradiza como yo... Por eso sufro.

Sin embargo..., ¡oh! maravillas de la gracia divina, comprendo porque sí, que es obra de ella lo que me ocurre. (No sé si me explicaré).

Siento una alegría inmensa de poder sufrir por Jesús, como no me hubiera podido imaginar Amo cada día más mi cruz..., y no quisiera soltarla por nada del mundo.

Recuerdo cuando en el mundo era feliz, muy feliz. Padres cristianos, bienestar, salud y libertad, todo me sonreía... ¿Quién piensa en sufrir?

Jesús me llama. Soledad y pobreza, enfermedad, encierro sin sol..., a veces algo muy negro y que me hace llorar..., no sé lo que es.

A Dios no le veo..., y en medio de todo, grito con toda la vehemencia de mi corazón... ¡¡Qué feliz soy, cuánto sufro por Jesús!! No quiero la felicidad del mundo, con ella seria un desgraciado... Quiero sufrir por Él, sin verle..., solamente me basta el saber que es por Él.

El mundo esto no lo comprende..., es muy difícil. Yo sé que es la gracia de Dios, pero no sé explicarlo.

Hoy con mi hermano, hablamos del mundo. Sentí pena..., me vi lejos de todo lo que amaba mi corazón y aún ama, y no creo sea esto ilícito. ¿Quién que tenga entrañas, no ama su hogar?

Sin embargo, Dios sigue actuando en mi alma, siento muy dentro un alejamiento de todo que no sé explicar.

Siento un afecto muy tierno y dulce a mi familia, pero de otra manera que antes.

Hallo más gozo en no sentir el amor de Jesús, que el que pudiera hallar en el sensible de las criaturas. Me da pena mi soledad, sufro con ella, y no quisiera por nada del mundo dejarla.

No sé si esto alguien lo entenderá.

¡Es tan difícil explicar por qué se ama el sufrimiento! Pero yo creo que se explica, porque no es al sufrimiento tal como éste es en sí, sino tal como es en Cristo, y el que ama a Cristo, ama a su Cruz. Y yo de esto no sé salir. aunque lo comprendo.

Y es tanto lo que a Jesús quiero, que no quiero nada fuera de Él. Y noto que Jesús me quiere tanto, que moriría de pena si supiera que amo yo a alguien más que a Él.

Me siento tan unido a su voluntad, que cuando sufro dejo de sufrir al comprender que Él lo quiere así.

Estoy en una tal situación que cuando pienso en esto me pierdo...

Espero en Jesús tener pronto un guía que todo esto me explique y ordene en mi alma, pues si no, me voy a volver loco.

¡Ah, Señor Jesús, cuánto te quiero! Si mil vidas tuviera, mil te daría... Con tu gracia divina y la ayuda de María, lo puedo todo. Bendito seas.

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