sábado, 25 de mayo de 2013

Apotegmas de un monje a sí mismo


11.- Sumérgete en el mar de la Palabra de Dios. Monje, abandona todo cuanto es superfluo y céntrate en lo esencial. El Creador te ha dirigido su palabra a través del libro de la creación: contémplala con agradecimiento y alaba a tu Creador por su providencia. No sólo eso: también te ha dirigido su Palabra, cuando ésta, el Verbo unigénito, se encarnó para salvarnos. Y, desde el antiguo Israel hasta el nuevo pueblo de Dios, ese Verbo de vida quedó consignado en los escritos santos. Estúdialos sin descanso y haz de su doctrina tu sabiduría. No ahorres esfuerzo por conocer dicha Palabra en profundidad, pues solo ella te enseñará a leer en la Creación la palabra de vida que ahora, solo en misterio, te es dirigida. Medita en tu corazón su interpelación y responde en tu oración a quien desea entablar eterno coloquio contigo. Así como el mar se abre inmenso a tu mirada, la Palabra de Dios te ofrece su inconmensurable sabiduría. Sumérgete en ella, y ella te dará la vida.

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